Atrás de mi casa vive una familia disfuncional, como en gran parte de México. En esa familia disfuncional vive una señora ( o eso supongo por el timbre de su voz) que grita como cacatúa (o peor). Esa señora, desde que tengo uso de razón, siempre se ha caracterizado por inventar los insultos más mediocres y desafinados del universo entero. Lo curioso es que estos insultos, los cuales dirige a sus hijos y a todo el que la haga enojar, siempre se regresan a ella: "hijo de tu chingada perrísima madre" "Ojalá se muera la que te parió porque trajo una mierda al mundo" Poético, ¿no es así?
No hay día en el que sus estruendosos insultos no armonicen mi casa. Cual Sísifo estamos condenados a restarle sentido a nuestra existencia a partir de esa gruesa roca.
Pero el día de hoy, algo cambió. La mujer estruendosa tuvo un nieto, pues, a decir de ella, a su hija al parecer se le descompuso la tele.
Ese bebé, próxima víctima de los gritos de la mujer (claro está en unos años más), al parecer ha traído un poco de alegría a esa casa. ¡Vaya tragedia!
La alegría y la dicha que ese bebé ha traído a esa casa significa nuestra desgracia. La malvada mujer aún no le grita pero le hace cariños. Cariños que parecen los mismísimos lamentos del diablo. Esa voz chillona y horrible haciendo cariñitos, es lo peor que pudo pasarle a mis vacaciones.
Dulce introducción al caos
viernes, 12 de enero de 2018
martes, 9 de enero de 2018
Del olvido al no me acuerdo
"Dicen que hay otra, pero no lo creo...no hay otra vida que sea tan bonita como la primera, que es este mundo"
lunes, 8 de enero de 2018
Olvidé escribir ayer...
...en realidad me quedé dormida sobre el teclado. Pondré una entrada temporal para no saltarme el día de hoy, después me iré a bañar y más después, intentaré no quedarme dormida sobre el teclado y escribir sobre mi triste vida vacía pero pondré una canción para compartir con el auditorio fantasma :)
sábado, 6 de enero de 2018
Uno de tantos encuentros insoportables con lo real
Hoy he tenido dos sueños completamente opuestos. Uno de ellos fue el impulso para la construcción de mi día.
El segundo de ellos me atormentó como hacía mucho no me atormentaba un sueño. Es curioso cómo en el momento en que lo estamos experimentando lo sentimos de una forma bastante real. Y es que un encuentro con lo real es bastante insoportable; así un encuentro con eso real que nos acecha en el sueño, resulta monstruoso.
Volvía yo a casa, después de un largo viaje y después de tener más de un mes sin hablar con mi pareja (o ex pareja, a estas alturas y con esa distancia simbólica y real ya no sé qué es lo que somos). Deseaba verlo para que se encontrara de frente con mi indiferencia y mi silencio, así que subí a su encuentro. Se encontraba acostado en el que, en el sueño, se suponía nuestro cuarto. Estaba ahí, con el celular en la mano y una sonrisa burlesca adornando su cara; yo seguí de largo, fingiendo buscar algo. Justo después de que yo entrara y le ignorara, él recibió una llamada de una mujer, a la que puso en altavoz y a la que respondió: "sí claro, ya bajo, en un momento te abro".
Yo con la sangre que me hervía, propia de una mujer iracunda, le preguntaba que quién era, que con quién iba a verse. Él, con arrogancia, me decía que no era nadie, que no preguntara más. Entonces me rompía completamente, desmoronándome le pedía que me dijera qué es lo que estaba pasando, que porqué me ignoraba y porqué era tan indiferente ante mi presencia. Sin embargo, él se quedaba de pie, mirándome cómo me deshacía, observando cómo perdía la cordura, sin sentir un ápice de compasión por mí. Y ahí estaba yo, rogándole que se conmoviera ante mi desesperación y mi dolor.
Yo con la sangre que me hervía, propia de una mujer iracunda, le preguntaba que quién era, que con quién iba a verse. Él, con arrogancia, me decía que no era nadie, que no preguntara más. Entonces me rompía completamente, desmoronándome le pedía que me dijera qué es lo que estaba pasando, que porqué me ignoraba y porqué era tan indiferente ante mi presencia. Sin embargo, él se quedaba de pie, mirándome cómo me deshacía, observando cómo perdía la cordura, sin sentir un ápice de compasión por mí. Y ahí estaba yo, rogándole que se conmoviera ante mi desesperación y mi dolor.
Pero ahí estaba él, impasible.
viernes, 5 de enero de 2018
Consumo de identidades
Siempre me ha parecido absurda la consigna: "Sé tú mismo".
Solemos decirlo situados en la torre de la superioridad existencial, ataviados con túnicas blancas demostrando una intachable moral y cargando un pesado libro de reglas para vivir correctamente (o por lo menos de una manera políticamente correcta).
Sin embargo, me pregunto, si realmente conocemos a qué nos referimos cuando le exigimos al otro que sea "él mismo". Alguien que ha nacido en un lugar en el que, desde el momento de su llegada, le han impuesto normas, costumbres, lenguaje, religión, tradiciones, un nombre, etcétera, sin habérselo consultado, siquiera.
Y ahí nos mantenemos en una lucha constante entre lo que nos piden que seamos, lo que quieren que seamos y lo que nosotros pensamos que somos. Balibar decía no hay una identidad dada, de una y sin más, sino que nos vamos identificando con distintas cosas; una identidad dinámica. Así que, no vayan a culpar a los autores pesimistas de las crisis existenciales que vivimos. El no ser de aquí ni de allá es algo propio del ser humano; nos mantenemos en un búsqueda constante de eso que los otros nos piden enfáticamente pero que nadie sabe, en realidad, a qué se refiere.
"Sé tú mismo", le dice la madre a su hijo cuando lo ve enajenado. "Sólo sé tú mismo", le aconsejamos al amigo que nos pide un consejo de amor. Pero lo que se esconde detrás de esa frase trivial no es más que un "permite que se manifieste ante el otro tu podredumbre interna compuesta por una multiplicidad de elementos que has ido acumulando a lo largo de tu triste vida vacía".
Y así, sin saberlo, le aconsejamos al otro que atormente lo poco que le queda de estabilidad mental.
Solemos decirlo situados en la torre de la superioridad existencial, ataviados con túnicas blancas demostrando una intachable moral y cargando un pesado libro de reglas para vivir correctamente (o por lo menos de una manera políticamente correcta).
Sin embargo, me pregunto, si realmente conocemos a qué nos referimos cuando le exigimos al otro que sea "él mismo". Alguien que ha nacido en un lugar en el que, desde el momento de su llegada, le han impuesto normas, costumbres, lenguaje, religión, tradiciones, un nombre, etcétera, sin habérselo consultado, siquiera.
Y ahí nos mantenemos en una lucha constante entre lo que nos piden que seamos, lo que quieren que seamos y lo que nosotros pensamos que somos. Balibar decía no hay una identidad dada, de una y sin más, sino que nos vamos identificando con distintas cosas; una identidad dinámica. Así que, no vayan a culpar a los autores pesimistas de las crisis existenciales que vivimos. El no ser de aquí ni de allá es algo propio del ser humano; nos mantenemos en un búsqueda constante de eso que los otros nos piden enfáticamente pero que nadie sabe, en realidad, a qué se refiere.
"Sé tú mismo", le dice la madre a su hijo cuando lo ve enajenado. "Sólo sé tú mismo", le aconsejamos al amigo que nos pide un consejo de amor. Pero lo que se esconde detrás de esa frase trivial no es más que un "permite que se manifieste ante el otro tu podredumbre interna compuesta por una multiplicidad de elementos que has ido acumulando a lo largo de tu triste vida vacía".
Y así, sin saberlo, le aconsejamos al otro que atormente lo poco que le queda de estabilidad mental.
jueves, 4 de enero de 2018
De propósitos no cumplidos pero tampoco olvidados.
Tengo un tiempo, no sabría a ciencia cierta cuánto, queriendo cumplir de propósito de año nuevo (ya sea del mundo o mío) el escribir a diario en este espacio. Esta vez no he comenzado tan tarde, pues quién podría decir que un 4 de enero lleva más culpa que un 24 de febrero.
En fin, los ciclos pueden comenzar a gusto de uno, supongo. Sin embargo, vaya manía más atormentadora que la exigencia de purificación y de comienzos milagrosos. Las personas se imponen cada año iniciar de cero; fingir que, lo hecho anteriormente, carece de importancia siempre y cuando nos prometamos no volver a hacerlo. La penitencia superficial cristiana siempre con un paso delante de nosotros; no sé de dónde han sacado que la evangelización ha ido perdiendo fuerza.
Pero cualquier día y cualquier razón, sirven igual para fracasar.
Así que aquí estoy un 4 de enero a las 3:05 de la mañana tratando de redimirme aun cuando he fallado ya en otros tres propósitos más.
-¡Vaya laguna más profunda a la que me has traído!
carece completamente de agua y de vida.
Me animaría a decir que parece estar llena de vacíos pero entonces
no podría compararla con un desierto.-
En fin, los ciclos pueden comenzar a gusto de uno, supongo. Sin embargo, vaya manía más atormentadora que la exigencia de purificación y de comienzos milagrosos. Las personas se imponen cada año iniciar de cero; fingir que, lo hecho anteriormente, carece de importancia siempre y cuando nos prometamos no volver a hacerlo. La penitencia superficial cristiana siempre con un paso delante de nosotros; no sé de dónde han sacado que la evangelización ha ido perdiendo fuerza.
Pero cualquier día y cualquier razón, sirven igual para fracasar.
Así que aquí estoy un 4 de enero a las 3:05 de la mañana tratando de redimirme aun cuando he fallado ya en otros tres propósitos más.
-¡Vaya laguna más profunda a la que me has traído!
carece completamente de agua y de vida.
Me animaría a decir que parece estar llena de vacíos pero entonces
no podría compararla con un desierto.-
sábado, 16 de diciembre de 2017
Regreso a los momentos catárticos
He vuelto a escribir en este espacio de vaciamiento emocional después de tres años.
Tres años en los que quizá me encontraba anestesiada, enajenada (atendiendo a conspiraciones antisistema) o muy ocupada.
A decir verdad, esta última me haría parecer un alma muerta pues, ¿quién no tendría tiempo en tres años para pequeños momentos catárticos? Sin embargo parece la más cercana debido a que engloba a las dos anteriores. Me he mantenido demasiado ocupada intentando vivir enajenada y sin mucho sentido bajo actividades analgésicas; viajar para olvidar la esclavitud de la cotidianidad y la rutina, amando para pretender que el mundo puede salvarse si estamos rodeados de buenos deseos y corazones virtuales, estudiar porque, claro, los intelectuales somos la gran salvación del universo.
Así, pues, bajo la ilusión de la tranquilidad y la ocupación, me fui olvidando de la importancia de plasmar la mierda en palabras escritas.
Curiosamente, al leer a mi vieja yo, soy consciente de la gran carga que he ido dejando atrás y de la importancia de no volver a caer en la trampa de viejas desazones. Pero aún así el espíritu es débil y cae una y otra vez en la podredumbre de las virtudes
Y le llamo podredumbre de las virtudes por el simple hecho de que incluso el más bello sentimiento puede terminar convertido en basura si se le utiliza para el mal o cae en las manos incorrectas. Piense usted en el amor despertando lo más oscuro de una persona o cuando la independencia nos orilla a la locura.
La salud mental, tan poco valorada y tan influyente en nuestras decisiones diarias; desgraciadamente pocas personas se mantienen atentas a las reacciones de su cabeza frente a la vida cotidiana, considerándose temples de acero imposibles de ser penetrados por miedo, el coraje, la autosobrevaloración, la soberbia y el odio. Y es que considera que esos demonios sólo se manifiestan ante la presencia de un acontecimiento malvado/ negativo, pero no. La mierda deviene de algo tan maravilloso y necesario como una exquisita comida.
Cualquiera que esté destinado para ser una manifestación del mal, lo será aún cuando su formación y origen hayan sido pura y perfecta. Sin embargo, prefiero no expresarlo así; el bien y el mal son conceptos impuestos por la cristiandad para castigarnos por hacer cosas incorrectas antes los ojos de sus autoridades.
Desgraciadamente aún no termino de construir mi conceptualización de la misma, así que ya tengo excusa para la próxima entrada.
Tres años en los que quizá me encontraba anestesiada, enajenada (atendiendo a conspiraciones antisistema) o muy ocupada.
A decir verdad, esta última me haría parecer un alma muerta pues, ¿quién no tendría tiempo en tres años para pequeños momentos catárticos? Sin embargo parece la más cercana debido a que engloba a las dos anteriores. Me he mantenido demasiado ocupada intentando vivir enajenada y sin mucho sentido bajo actividades analgésicas; viajar para olvidar la esclavitud de la cotidianidad y la rutina, amando para pretender que el mundo puede salvarse si estamos rodeados de buenos deseos y corazones virtuales, estudiar porque, claro, los intelectuales somos la gran salvación del universo.
Así, pues, bajo la ilusión de la tranquilidad y la ocupación, me fui olvidando de la importancia de plasmar la mierda en palabras escritas.
Curiosamente, al leer a mi vieja yo, soy consciente de la gran carga que he ido dejando atrás y de la importancia de no volver a caer en la trampa de viejas desazones. Pero aún así el espíritu es débil y cae una y otra vez en la podredumbre de las virtudes
Y le llamo podredumbre de las virtudes por el simple hecho de que incluso el más bello sentimiento puede terminar convertido en basura si se le utiliza para el mal o cae en las manos incorrectas. Piense usted en el amor despertando lo más oscuro de una persona o cuando la independencia nos orilla a la locura.
La salud mental, tan poco valorada y tan influyente en nuestras decisiones diarias; desgraciadamente pocas personas se mantienen atentas a las reacciones de su cabeza frente a la vida cotidiana, considerándose temples de acero imposibles de ser penetrados por miedo, el coraje, la autosobrevaloración, la soberbia y el odio. Y es que considera que esos demonios sólo se manifiestan ante la presencia de un acontecimiento malvado/ negativo, pero no. La mierda deviene de algo tan maravilloso y necesario como una exquisita comida.
Cualquiera que esté destinado para ser una manifestación del mal, lo será aún cuando su formación y origen hayan sido pura y perfecta. Sin embargo, prefiero no expresarlo así; el bien y el mal son conceptos impuestos por la cristiandad para castigarnos por hacer cosas incorrectas antes los ojos de sus autoridades.
Desgraciadamente aún no termino de construir mi conceptualización de la misma, así que ya tengo excusa para la próxima entrada.
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