Tengo un tiempo, no sabría a ciencia cierta cuánto, queriendo cumplir de propósito de año nuevo (ya sea del mundo o mío) el escribir a diario en este espacio. Esta vez no he comenzado tan tarde, pues quién podría decir que un 4 de enero lleva más culpa que un 24 de febrero.
En fin, los ciclos pueden comenzar a gusto de uno, supongo. Sin embargo, vaya manía más atormentadora que la exigencia de purificación y de comienzos milagrosos. Las personas se imponen cada año iniciar de cero; fingir que, lo hecho anteriormente, carece de importancia siempre y cuando nos prometamos no volver a hacerlo. La penitencia superficial cristiana siempre con un paso delante de nosotros; no sé de dónde han sacado que la evangelización ha ido perdiendo fuerza.
Pero cualquier día y cualquier razón, sirven igual para fracasar.
Así que aquí estoy un 4 de enero a las 3:05 de la mañana tratando de redimirme aun cuando he fallado ya en otros tres propósitos más.
-¡Vaya laguna más profunda a la que me has traído!
carece completamente de agua y de vida.
Me animaría a decir que parece estar llena de vacíos pero entonces
no podría compararla con un desierto.-
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