Hoy nos encontramos justo a la mitad de un año que generaba grandes expectativas y fue envuelto por el misterio a causa del año que le precedió. Hoy es 1 de julio y justo hace un mes escribí mi última entrada. En ocasiones me mantengo ausente porque todo lo que me envuelve se absorbe en mi espíritu y no le permite a mis dedos objetivarlo mediante la palabra escrita. O bien, lo decanto por otro medio, en dosis pequeñas para no enfadar al lector; lo suficiente para no llevar la carga que continúe lastimando mi existencia. Porque, ha decir verdad, pecaría al decir que hay creación en mis escritos, prefiero considerarlo aún como un escape.
Esta semana he estado sumida en la cotidianidad, he reflexionado de lo cotidiano, de manera cotidiana. He vivido como quien ha sido arrojado al mundo sin otra función que el estar ahí. De alguna manera, este sólo estar ahí, me ha tenido ocupada y alejada de cualquier sentimiento bajo que pudiera atormentarme y me ha permitido avanzar en ese control de las emociones que tanta falta nos hace. Pero a esto le añado esa sensación de haber dejado ir al tiempo como quien deja que se escape un globo de sus manos.
Pero, curiosamente, esta sensación se patrocina de la comparación que de vez en cuando realizo de mi tiempo con el tiempo que los rige allá afuera.
Por ejemplo, pienso que hace una semana que salí de vacaciones; una semana que debí aprovecharla para hacer todo lo que me está limitado durante el tiempo escolar.
Debí empezar mis ejercicios, leer todos los libros que están en lista, pasar todos los apuntes que nunca hice, acomodar lo que siempre se encuentra fuera de lugar para aparentar que soy ordenada, lavar la ropa que nunca uso y tener salidas concretadas con personas a las que no deseo ver.
En cambio, me he limitado a sentarme en la portrona y ver la vida pasar; beberme un tejuino, degustar una nieve, platicar con mi madre, bañar al perro, observar a la gata, verme el vacío de la muela, imaginar que soy una mexicana desterrada que busca asilo político en España, Francia y Austria y que me enamoro de un español que está dispuesto a ayudarme a fingir que soy una persona distinta; aprovecho para practicar acentos, idiomas y actitudes que de vez en cuando presento a mis amigos más cercanos.
Espero no haberlos asustado, eso sólo lo hago en mi mismidad. En mi cuarto o en el baño cuando no he metido un libro para leer.
Y así una vez más me demuestro a mí misma que vivo dividida, fragmentada y sumida en distintos yo's. Soy "yo ante el mundo" y mi frustración y estrés deviene de ese "yo ante el mundo" que se enfrenta contra mi "yo ante yo".
Recordatorio de mi yo para mi yo que tiene que ser otro yo a partir de ya: Tienes dos escritos pendientes revoloteando en tu cabeza, el del desnudo como forma de protesta y el de cómo te repugna la gente que intenta comprarte con retórica, es decir, que odias la no sinceridad, ya sabes esas cosas de mentiras políticas y convencimientos vacíos pero cubiertos con una estructura rentable, blablabla. Y ahora anda, al baño, que se hace tarde y el tiempo jamás se recupera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario