Uno suele ir por la vida pensando en sí mismo pero en relación con el otro. Cuando cualquiera de nosotros, seres ausentes, vestimos el traje más formal del egoísmo estamos, en realidad, buscando el reconocimiento de los demás. Porque aún cuando sufrimos, gozamos, vivimos en una concurrida soledad, somos eso, concurrencia, relación, sociedad.
María lo sabía, sabía que aún cuanto más se alejaba, la satisfacción que le producía estar consigo misma era frágil y en cualquier momento tendría que volver de ese retraimiento. No porque no se fuera suficiente, sino porque estaba inmersa en un mundo que le exigía salir de su mismidad; encontrarse con ellos, compartir-se con quien se mostraba listo para encarar el caos ajeno.
El gran problema de María no es tener que enfrentarse a ese universo del que siempre ha formado parte; lo que ocurre con María es que se ha hecho consciente de su condición, de que es y cómo es; de que no puede huir de sí misma y tiene que refugiarse en los otros para poder soportar su existencia. María ha tenido que depositar su vida en la conciencia de ser o de no ser. De mantenerse en movimiento entre el ser y el no ser; en estar siendo cada instante y por lo tanto, nutrirse de su no-yo en este hacerse. ¿Cómo puede María hacerse a partir de su no-yo? Porque María no puede saber lo que es, porque no es, sino que se mantiene siendo, entonces los otros le permiten saberse como lo que ella no-es y así poder conocerse mejor, aún cuando le sea imposible aprehenderse en su totalidad.
Pero ser consciente de esta condición y no poder escapar de ella es lo que más entristece a María. Porque, desgraciadamente se ha ido sabiendo como insuficiente ante la totalidad del mundo. Al interactuar diariamente con sus amigos más cercanos le han permitido identificar sus carencias y eso le acompleja y la envuelve en la angustia de ser lo que no quiere ser y no ser lo que desearía ser. Y saber que tiene que continuar haciéndose como es, para permitir al otro que sea y, a su vez, le permita ser ella misma.
¿Cómo escapar de nuestros propios demonios? ¿Cómo saber cuando los demonios son los otros?
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