miércoles, 3 de julio de 2013

Devenir

De mis manos sólo exhalaría desgracias, infortunios y tristezas; las palabras devienen en sombras al buscar su forma en mi cabeza y van pudriéndose despacio al caer la noche. Es por  eso que se guardan en el alma, para evitar que envenenen la vida y que maten lo que aún débilmente respira. No pueden dañar más a su guardián; es como fuego quemando la obscuridad y celosamente mantiene oculto su motor. ¿Quién podría detener a la bestia una vez liberada de su apacible tormento? Sólo la muerte liberaría al mundo de la maldad que esconde el cuerpo; la sonrisa hipócrita se desvanece al entrar en contacto con la soledad y los pensamientos crean demonios que desaparecen cuando el soliloquio es convertido en diálogo. Un devenir que permite que el misterio continúe; un movimiento cíclico que busca introducir una parsimonia sospechosa que ni lo muestre todo ni tampoco logre ocultarle.

No podía yo revelar más de él. No me estaba permitido introducir a nadie en esa cueva del engaño. Le conocía como nadie más en esta melancólica ciudad. Pero entre más lograba conocerle, más me perdía a mí misma.. Por eso tenía que hablar, para reencontrar lo que había enajenado ese atormentado espíritu; para sanarme un poco antes de la condena eterna que esperaba al final del camino...

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