La madrugada de ayer, en mi afán de mantenerme despierta por un rato más, decidí mirar una película que ya tenía tiempo queriendo ver. También la lluvia. He de confesar que la razón por la que me sentía atraída hacia esa película, era por los actores principales: Gael García y Luis Tosar. Dejando de lado que me atraen ambos actores físicamente, siempre traen muy buenas películas a sus espaldas. No soy capaz de mencionar una película de ellos que no me haya dejado con un buen sabor de boca.
No había leído la sinopsis; tan sólo había visto la portada en un videocentro, en el cual nunca la tenían disponible. Pero dejando de lado todo este preámbulo, quedé no sé si sorprendida, molesta o triste después de verla. No haré una descripción de ésta, intentaré hacer un análisis en conjunto con otro largometraje que vi el día de hoy: Después de Lucía. Independientemente del tema que manejan cada una en particular, encuentro en ellas un punto de convergencia. La maldad del ser humano, la indiferencia y el poco amor-respeto hacia el otro. No quiero llevar esta reflexión por un camino religioso en el que se argumente que no importando lo mucho que se sufra en la tierra, en el cielo se tendrán recompensas. Tampoco quiero a traer a colación el proyecto filosófico de si somos buenos o malos por naturaleza. Que quizá sean los puntos que debieran tratarse para establecer la génesis del problema, pero mucho se ha tratado y seguimos comportándonos peor que basura.
Una frase, la cual hace tiempo leí, que dice "en este mundo de estiércol, basta una dignidad de gusano", que después de ver ambas películas, me hace pensar en su crueldad pero a la vez en su realidad.
A diario ando entre personas, entre mundos independientes que nos unimos en un espacio en común; con-vivo con ellas y nuestras vidas se van formando con las interacciones diarias, pensamientos, sentimientos, proyectos a futuro, circunstancias compartidas, etc. Cuando soy capaz de mirarlas a los ojos no puedo observar en ellos maldad, ni siquiera aquella que se vacuna con las palabras. Sólo veo cabezas distintas a mí, cargando un bagaje igual o hasta más pesado que el que traigo a cuestas. No soy capaz de juzgarlas, de acusarlas, hasta que dejo de mirarlas. Pueden llegar a convertirse en la peor escoria que haya conocido. Pero no soy capaz de hacerles daño. Aún cuando se presenten tan ajenas, distantes, contrarias, no podría hacerles mal sin sentir que me hago daño a mí misma.
Al experimentar esto, menos puede comprender mi "corazón", mi "mente", mi "alma", mi "cuerpo", cómo es que hay personas que aún mirando a los ojos, aún al ver patente el equipaje de los otros, aún cuando son partícipes de su dolor, pueden ser tan indiferentes y , peor aún, aumentar más su carga.
Venganzas, disfrutar del sufrimiento ajeno, egoísmo, indiferencia. ¿Qué es realmente lo que nos aleja de las bestias?
Para ser sincera, en varias ocasiones he deseado alejarme de todos, huir de la realidad. Por odio, coraje, impotencia. Pero, ¿podré lograr algo huyendo?
Me pregunto para qué hay tantos de nosotros estudiando humanidades, sociología, derecho, medicina, antropología, si nos mantenemos en la mismidad. Preguntándonos por cuestiones "trascendentes", queriendo responder por qué's, buscando el fundamento de las cosas, la esencia del hombre, su origen y su finalidad. Encontrando curas a las enfermedades que nosotros mismos creamos. Buscando la manera de generar más y más dinero, De posicionarse en la sociedad. De ser exitosos. De llenar al mundo con más mierda sin tomar en cuenta que ya estamos hasta el tope de ésta. "¿De qué sirve interpretar al mundo si no podemos transformarlo?"
[...]
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