¿En verdad se escuchan? Yo lo dudo. Y lo pongo en duda en base a lo que escucho en sus respuestas. No se trata de una confrontación de ideas sino el deseo de imposición. Escuchan las palabras clave que les permita atacar, directo a la yugular. Antes de que el otro opine, ya saben lo que en su turno dirán. ¿De qué sirve tener sus cabezas llenas de conocimiento si el que vacío está es su corazón?
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No quiero estar aquí, por lo tanto me encuentro dividida. No quiero estar aquí y en este querer decanto toda mi voluntad que permanece en el puro querer y se pierde en él. No quiero estar aquí y sin embargo aquí estoy. Estoy dividida en dos. Mi cuerpo postrado en esta silla hace presencia al momento y encara estoicamente la realidad; mientras mi mente hace volar esta pluma y el brazo, obediente, se mueve a plasmar mi pensar. ¿Qué dicen? ¿De qué hablan? ¿De qué sirve traer de regreso a los muertos? Vamos viajando entre épocas, trayendo a memoria palabras dichas en siglos pasados, ideas pensadas por enormes cabezas, pero ignoramos nuestro propio querer.
No quiero estar aquí porque no estoy a la altura del lugar. Ellos saben, conocen, repiten o producen. Yo robo el aire y escribo; vierto mi sentir entre líneas verdes. No sé escuchar, no puedo mantener mi atención centrada ni mantenerme quieta en ningún lugar. ¿Qué decir? ¿Qué opinar? ¿Qué pensar? ¿Realmente quiero hacerlo? ¿Qué hago aquí?
¿Puedo volver a un principio y borrar todo lo que he vivido? No, no puedo. Tampoco puedo ni debo hacerlo a un lado. No me está permitido ni socialmente ni familiarmente ni económicamente.
Mi mente tendrá que seguir el ejemplo de mi cuerpo y soportar estoicamente la realidad, mientras descubre o crea algo mejor.
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