miércoles, 10 de abril de 2013

Historia de un salón de clases

Cada cabeza es un mundo. Esta afirmación la compruebo diariamente en el salón de clases.
Mientras yo tengo una dificultad tremenda para mantenerme atenta a lo que el profesor expone, B. tiene una gran capacidad para escuchar y retener cada palabra y de ahí conflictuar al profesor y al resto de mis compañeros con sus preguntas tan acertadas. Bueno, quizá peque de inocente al decir que a todos mis compañeros. N. tiene tres años esperando una llamada a su celular y espera siempre encontrar las respuestas a las dudas del mundo en él. Pero poco nos acordamos de ella. De vez en cuando suele sorprendernos con una opinión sin mucho sentido. Pero es agradable escuchar su voz de vez en vez.
A. es un soñador. Pocas veces su cabeza está escuchando.  Él gusta de vivir en su propia razón. La gran mayoría de nosotros conoce sus problemas y por eso lo dejamos soñar. Sabemos que así logra escapar un momento de su realidad. D. es mi amiga. Solemos distraernos juntas....bueno, sólo cuando no está haciendo sus listas de cosas por hacer, lista de cosas por comprar, horarios, apuntes pendientes, arreglos de su cuarto, en fin. Es todo un personaje, y por supuesto, uno de los mundos más complejos e interesantes que conozco. R. es el más alto del salón. Su cabeza también es un mundo bastante complejo. Él tardó muchísimo para decidir volver a la escuela y, como el esfuerzo que le supone es bastante, su exigencia es al doble de la normal. Esa exigencia no va dirigida solamente a sí mismo, sino a todos nosotros. Como su vida ya corre a una velocidad mayor, aprovecha cada minuto y sobre todo cada dato de la información brindada en el salón. J. es un nervioso de lo peor. A veces pienso que su cabeza es como un mercadillo o una pista de carreras. Cuando habla, lo hace como si alguno de nosotros fuera a robarle la voz. A lo mejor su mayor miedo es que, basado en la teoría del calentamiento global, sienta que se le está limitando el oxigeno. Y bueno, ni qué decir de JD. En realidad dudo mucho que su mente se encuentre solamente en sí mismo. Termina por estar en la cabeza de todos nosotros. Siempre exterioriza su pensamiento y tiene un comentario para todo lo dicho. Su conocimiento es muy basto y seguramente llegará muy lejos. Aunque curiosamente también suele despistarse, sobre todo cuando cae dormido y despierta y, por su "vicio" de hablar, suele cambiar el rumbo de la clase totalmente.
Y yo pues, ¿qué puedo decir? Mi pensamiento va de viaje y, cuando regresa, me dedico a observar a los demás. Me gusta dibujarlos, describirlos, pensarlos como lo que son y lo que nunca podrían ser. Y cuando llegan a preguntar mi opinión en clase, me limito a poner cara de tonta y callar (entre mis múltiples defectos). Esporádicamente me encuentro en clase en cuerpo y mente. Mientras tanto el profesor habla que habla, expone de esto y lo otro y, enajenado en sí mismo, perdido en sus palabras, supone que todos y cada uno de nosotros lo escucha. Cuando, como ya lo he dicho, cada uno va a la par con su propio mundo.

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