No siendo la primera ocasión en la que me pregunto por la libertad y la naturaleza corrompible del hombre, han venido a mí esas cuestionantes que ya en una ocasión habían impacientado mi cabeza.
En el texto, Dostoievski en voz del inquisidor, deja por sentado, de alguna manera, que somos libres. Hombres y mujeres libres. Tal libertad nos ha sido otorgada por Dios. Somos libres para escoger entre el bien y el mal. Pero no sólo eso, puesto que Él nos envió a Cristo, quien se convirtió en un modelo a seguir. La finalidad de todo cristiano es parecerse, lo más posible, a Cristo; no mediante la imposición del Creador sino con la libertad que nos confiere al dejarnos elegir nuestro destino.
Pero, dando por sentado que todo ha ocurrido tal como lo señala la cristiandad, ¿somos realmente dignos para portar y ejercer tal libertad? Si bien, fuimos hechos a imagen y semejanza de Él, quien siendo espíritu, dotó a Adán de razón, voluntad y libertad; con la caída entró en el hombre el mal y así el mundo se enajenaría, de algún modo, con la maldad. Importante recalcar que, el hombre que muestra Dostoievski, se encuentra dividido en dos esencialidades: el fuerte y el débil. Tomando en cuenta que los fuertes constituyen un reducido grupo donde incluidos están las autoridades eclesiásticas, los débiles conformarán aquellos quienes siendo irreflexivos, torpes, pecadores, perezosos, entre otras características, no pueden escapar de las cadenas a las que, por decisión propia , se ven atados. Y es que, pareciera ser que la única ocasión en la que éstos ejercen su libertad es cuando eligen ceder su conciencia al grupo de los fuertes pues son quienes les otorgan respuestas y cubren sus necesidades. Y es que este hombre débil no sabe qué hacer con esa libertad, se subyuga a la angustia y se encuentra ante una inmensidad de posibilidades que le atacan, por sobre todo, la conciencia. Por ello deciden ceder tal responsabilidad a otros; no a Dios, sino a la Iglesia; no a la fe, sino a los sacerdotes.
Resulta bastante curioso que, entonces, este someterse le otorgue felicidad. Por eso, a raíz de tal planteamiento, se intensifica en mí la duda sobre, no qué tan libres somos, sino ¿qué tanto merecemos esa libertad?, ¿realmente nos encontramos preparados para hacer un buen uso de ella?
Sin duda, un tema harto complicado y de gran extensión pero que a la vez nos permitiría entender muchas cuestiones actuales, por ejemplo a la misma democracia.
Resulta bastante curioso que, entonces, este someterse le otorgue felicidad. Por eso, a raíz de tal planteamiento, se intensifica en mí la duda sobre, no qué tan libres somos, sino ¿qué tanto merecemos esa libertad?, ¿realmente nos encontramos preparados para hacer un buen uso de ella?
Sin duda, un tema harto complicado y de gran extensión pero que a la vez nos permitiría entender muchas cuestiones actuales, por ejemplo a la misma democracia.
me encanta leerte eres como una obra, o una coreografía, pq siempre me quedo con algo y pienso, y creo que concuerdo contigo las personas dejan o dejamos en manos de los Fuertes, nuestra libertad creyendo que ellos nos llevarán a la felicidad, como si fuera el tesoro perdido cuando, lo que realmente ganamos es ignorancia e intolerancia.
ResponderEliminarpara ser felices necesitamos ser libres.
te quiero flor, sigue escribiendo asi