miércoles, 4 de junio de 2014

La niña que no conocía la TV .... de paga.

No soy (o era) una persona que suele ver televisión a menudo. Y no porque haya izado mi bandera de la intelectualidad para protegerme de los piratas de la enajenación. Más tiene que ver con la razón de que el contenido me aburría o ya me sabía los programas de memoria de la TV abierta. 
Sin embargo, mi vida cambió cuando conocí los canales de paga. ¡Sí!, porque durante 18 años viví sin conocer la programación de TV por cable y mientras mis compañeros de la secundaria o  primaria hablaban de Disney Channel o Art Attack y Animal Planet, yo continuaba emocionándome con los capítulos repetidos al infinito de Las chicas superpoderosas o El laboratorio de Dexter.
A pesar de mis súplicas, mi mamá nunca quiso contratar un paquete de enajenación, así que fue hasta los 18 años, que me fui a vivir con mis parientes de la capital del estado, cuando conocí las maravillas que ocurrían más allá de la "caja idiota" convencional: más de un canal dedicado a todo lo concerniente al fútbol, más de dos canales reproduciendo películas todo el día, caricaturas -ya no de las que hablaban mis compañeritos-, canales de noticias de todo el mundo (en realidad sólo de 3 o 4 además de México) y bueno, el ya conocido duopolio recargado. 
Mi situación era similar a la pueblerina que visita por primera vez la ciudad; y ¡cómo no! si me encontraba en la metrópoli del entretenimiento. Conocí las series y los programas de animales; podía ver Los Simpsons a la hora que quisiera y por la noche no sólo había comerciales o una pantalla con barra de colores. Sentía que no había lugar para el aburrimiento.
Pero, a pesar de toda la emoción generada por este nuevo mundo, debido a mi distanciamiento de la televisión, la escuela y mi creciente uso del Internet, el brete duró muy poco. Sólo veía fútbol cuando me recordaban que había partido, nunca seguí una serie por televisión pues conocí los torrent o las seguía en las páginas online, los programas documentales no me llamaban mucho la atención pues me mantuve leyendo sobre los temas y por la noche estaba tan cansada que prefería dormir.
Después me vine a vivir a Tijuana donde mi hermana también tiene la opción de televisión de paga. La emoción ya no era la del principio y  más tardaba en buscar los controles que en recorrer todos los canales y apagar la televisión.

Aún así, no he vuelto a ser la misma desde entonces. Ayer descubrí que muchos de mis anhelos fantásticos han cambiado y cuál va siendo mi sorpresa ,que me vi deseando con toda mi inocencia estar en el programa de The Graham Norton Show y poder, antes de morir, probar un pastel de Cake Boss.

No sé si me he vuelto más idiota o cada día las cadenas del sistema a través de la enajenación me detienen de ir a enlistarme a la revolución, pero lo que sí sé es que mi mundo ha cambiado y con él el rumbo por el que se pasean mis pensamientos. Es una conclusión muy básica pero para mí ha sido una prueba irrefutable de que....bueno en realidad no lo sé. Sólo quería plasmar mi anécdota...yy c'est fini.

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