¡Ah, malditas noches de nostalgia que invaden mi alma!
No puedo evitar sentir un desasosiego nocturno.
La noche, enemiga perfecta de mi estabilidad
que a la mínima provocación del recuerdo o del vacío, ya no sé,
se entrega cuál cortesana hambrienta.
Me ando en la sospecha de una nada que se ha colocado en mi espíritu.
O de un recuerdo ajeno o muy propio.
¡Ah! Maldita contradicción, malditas sospechas tan escasas de certezas
incapaces de traer el descanso a mi interior atormentado.
Pero aún así, temo que termine la noche;
pues el día me llena de motivos,
me ofrece el infinito material que será utilizado
como mi suplicio noctámbulo.
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