A veces me pregunto ¿por qué pierdo el tiempo soportando a la gente? o ¿por qué la gente pierde el tiempo soportándome? Intento convivir a diario con personas que no son en nada parecidas a mi y ellas intentan convivir conmigo sin saber que para nada me importan. De esta vida puedo rescatar sólo a algunas personas. Por ellas puedo asegurar que seguir soportando tanta mierda es necesario.
Pero estoy harta. Lucho por motivos de los que hasta yo dudo. Odio a la gente. O ¿me odio a mí? No lo sé.
¿De dónde me proviene tanta repulsión? ¿Cuál será mi idea de felicidad, de bienestar, de locura?
Quizá necesito salir más de mí. Paso mucho tiempo a solas conmigo. Me ayuda a indagarme pero cuando intento socializar más allá de mi círculo, empieza a desarrollarse una misantropía que no logro entender. Mientras más me estudio, menos me entiendo. Mientras más salgo de mí, más quiero volver. Y alejarme de todo, del otro (l'autre).
Cuando interactúo con gente nueva, intento que sea algo más que una casualidad. Pero no depende de mí. Ellos, ellas, se aplican repelente y yo lo siento. Y me alejo. Y los odio. Odio, qué palabra tan de ligas mayores.
A la luz de la sombra
me contradigo y maldigo.
No soy yo; es el otro.
No es el otro; soy yo.
En la soledad de ese yo,
lloro sin razón,
o son tantas las razones
que se forma una incomprensible algarabía.
La tristeza se impregna
cual desecho cadavérico;
ya no soy, sólo estoy.
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