sábado, 14 de enero de 2012

Del arte de la misantropía.

Algunos psicoanalistas sostendrán que quien, en "su sano juicio", desee la muerte de alguien, tiene problemas, sexuales y es posiblemente un asesino en potencia. Pero no.
Vaya bello mundo moralista en el que vivimos (y sí, digo moralista y no ético), que pretende imponer sus conceptos de bueno y malo, divino e impío, salvación o pecado. ¿Pero de dónde le vienen estas ideas tan herméticas y ambiguas a la vez?


RELIGIóN, MIeDO, CoSTUMBRE, ¿CONVICCIón?...

Ser atrapados por una especie de misantropía [del griego μίσος, «odio», y άνθρωπος, «hombre, ser humano»] no tiene mucho de raro, ni de "satánico" ni de triste. Es, simplemente, quitarse la máscara de la hipocresía. ¿Por qué? Porque el deseo se convierte en un elemento más de nuestra acción destructora. Por eso hablo de lo moralino y no de lo ético. Por eso es que me enferman los puristas que condenan cualquier actitud de retraimiento, interpretándola a su manera e imponiendo el castigo que crean conveniente ante cualquier señal de  alejamiento social.


Odio, Odiar, lo entendemos tan poco como el Amor, Amar. Existen un sin fin de campañas para la paz, para el  amor colectivo que más parecen una manifestación a la imbecilidad y al embobamiento. Y no porque sean del todo malas,  sino porque son insulsas, sin un fin que concierna a todos o mejor dicho, un fin que comprendan todos. Y pasa lo mismo con quienes a la mínima provocación de rechazo se alzan con una cruz y el agua bendita. Van promulgando algo, predicandolo sin entenderlo. 
Y bueno no es que yo entienda del todo, todo, ni a mi, ni a mis sentimientos. Pero no los reprimo, los dejo fluir para en el camino saborearlos, intentar entenderlos y formar mi propio fin.


Bueno al fin y al cabo váyase a la mierda todo, en estos tiempos cada quien tiene su verdad...

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