Son las 4:18 A.M. , desperté después de quedarme dormida repentinamente, como suele sucederme muy a menudo. Mi cuarto es una zona de desastre. Estoy limpiándolo, pero pareciera que es mucho más complicado que resolver el teorema de Fermat. Recuerdo haber dejado la laptop prendida así como las luces y la puerta abierta. Creo que mi paranoia me hizo volver de la ciencia del sueño para lograr este estado de avidez madrugadora.
Escuchar el sonido del aire acondicionado me pone de mal humor, voltear y ver el vaso, que minutos antes contenía agua y ahora está vacío, me pone meditabunda. Ver a mis perros dormir tranquilamente, me hace sentir satisfecha. Estar frente al computador a estas horas me saca de mis cabales.
Y es así, como una triste vida vacía, se convierte en un cúmulo de sensaciones, de pensamientos y de estados de ánimo. Es así como convierto ese papel en blanco, en uno pautado. Con silencios y sonidos. Con negras y blancas. Conmigo como protagonista de lo que puede ser una sonata impaciente.
Me siento extraña, ajena y sin sentido. Creo que debería dormir.
Son las 4:31
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